Queremos una escuela alegre, simpática, atrayente, que me haga feliz. Hay muchos colegas y una gran cantidad de alumnos que ven la escuela con antipatía, como un lugar de tormento.
Hemos hecho una escuela triste, monótona, pasiva, manteniendo unas estructuras más que pesadas con contenidos estancos y esclerosados, hábitos anticuados, métodos cansinos y poco pedagógicos.
Hemos hecho una escuela carente de motivación y hemos puesto de manifiesto el fracaso de un sistema de enseñanza. Hemos reducido la escuela a un lugar para aprender cosas, cuando debe ser un lugar para vivir, relacionarse, cooperar. En definitiva, un lugar de encuentro, aún con los conocimientos!!!
Nuestros alumnos se caracterizan por la falta de motivación, el gran desinterés por todo, la mala adaptación al centro escolar, la tendencia a rehuir al esfuerzo y lo que cada uno quiera agregar.
Ahora podemos acusar a la escuela de una falta de conexión entre la realidad social y el aprendizaje que se ofrece en la escuela. No llegamos a concebir las distintas áreas de la enseñanza como instrumentos para manejarnos mejor en la vida y así se pone gran interés en la adquisición de conocimientos para superar el examen, que ahora se llama evaluación.
Hay ausencia de trabajo en equipo en el sector docente. En las empresas bien organizadas no se trabaja aisladamente. Hoy no se puede trabajar con eficacia individualmente. Para triunfar se necesita trabajar en equipo y opinamos que el sector docente no está formado para este estilo de trabajo. Creemos que priman las individualidades con las consiguientes limitaciones y deficiencias que supone esta actitud.
Docentes y alumnos nos quejamos de que los programas están excesivamente recargados con contenidos. Sigue primando los contenidos sobre las actividades, sin tener en cuenta que los alumnos son eminentemente activos. Se conceptúa a la escuela como informadora, más que formadora.
El espectáculo que ofrecen algunos centros educativos es ciertamente preocupante, encontramos a diario predominio de la indisciplina, la droga, la sexualidad desbordada, la ausencia de valores fundamentales como el respeto mutuo, el bien hablar, la sociabilidad…
También nos preguntamos si las reformas deben ser de sistemas o de programas. La escuela está experimentando una serie de cambios y transformaciones con el intento de llegar a la escuela ideal. El afán de perfeccionamiento es loable, pero no tanto los resultados, ya que los cambios se reducen a lo superficial, a los contenidos, cambios de programas, pura burocracia, pero no nos atrevemos a efectuar la verdadera reforma, la sustancial, la que supone un cambio radical (si todavía existe esta palabra) de actitud por parte de los gobernantes, del ministerio, de los docentes y de los alumnos, que en definitiva son los mejores y principales actores de los cambios.
Hemos hecho una escuela triste, monótona, pasiva, manteniendo unas estructuras más que pesadas con contenidos estancos y esclerosados, hábitos anticuados, métodos cansinos y poco pedagógicos.
Hemos hecho una escuela carente de motivación y hemos puesto de manifiesto el fracaso de un sistema de enseñanza. Hemos reducido la escuela a un lugar para aprender cosas, cuando debe ser un lugar para vivir, relacionarse, cooperar. En definitiva, un lugar de encuentro, aún con los conocimientos!!!
Nuestros alumnos se caracterizan por la falta de motivación, el gran desinterés por todo, la mala adaptación al centro escolar, la tendencia a rehuir al esfuerzo y lo que cada uno quiera agregar.
Ahora podemos acusar a la escuela de una falta de conexión entre la realidad social y el aprendizaje que se ofrece en la escuela. No llegamos a concebir las distintas áreas de la enseñanza como instrumentos para manejarnos mejor en la vida y así se pone gran interés en la adquisición de conocimientos para superar el examen, que ahora se llama evaluación.
Hay ausencia de trabajo en equipo en el sector docente. En las empresas bien organizadas no se trabaja aisladamente. Hoy no se puede trabajar con eficacia individualmente. Para triunfar se necesita trabajar en equipo y opinamos que el sector docente no está formado para este estilo de trabajo. Creemos que priman las individualidades con las consiguientes limitaciones y deficiencias que supone esta actitud.
Docentes y alumnos nos quejamos de que los programas están excesivamente recargados con contenidos. Sigue primando los contenidos sobre las actividades, sin tener en cuenta que los alumnos son eminentemente activos. Se conceptúa a la escuela como informadora, más que formadora.
El espectáculo que ofrecen algunos centros educativos es ciertamente preocupante, encontramos a diario predominio de la indisciplina, la droga, la sexualidad desbordada, la ausencia de valores fundamentales como el respeto mutuo, el bien hablar, la sociabilidad…
También nos preguntamos si las reformas deben ser de sistemas o de programas. La escuela está experimentando una serie de cambios y transformaciones con el intento de llegar a la escuela ideal. El afán de perfeccionamiento es loable, pero no tanto los resultados, ya que los cambios se reducen a lo superficial, a los contenidos, cambios de programas, pura burocracia, pero no nos atrevemos a efectuar la verdadera reforma, la sustancial, la que supone un cambio radical (si todavía existe esta palabra) de actitud por parte de los gobernantes, del ministerio, de los docentes y de los alumnos, que en definitiva son los mejores y principales actores de los cambios.
El Gobierno y, por ende, el Ministerio de Educación de turno, nos tienen acostumbrados, en este país, a introducir su plan de estudios, relegando al olvido los sistemas anteriores que habían sido propuestos como modélicos y definitivos. La escuela que queremos no necesita una reforma, sino un nuevo enfoque: tener siempre presente, como norte, el aspecto educativo que ha sido relegado a un segundo plano. Los docentes tenemos que ser, ante todo, educadores, no informadores, asistentes sociales, padres sustitutos, y lo que quieran agregar.
Una de las tendencias más acusadas en el hombre es la de tender a una constante superación. Pero esta tendencia suele ser más fuerte cuando el hombre se siente insatisfecho, necesitado. Esto sirve para querer lograr metas más altas. Con la escuela actual, no podemos estar satisfechos. La criticamos los padres, los alumnos, los docentes que son los primeros en soportar las consecuencias. La escuela actual no satisface. Recordamos que toda educación se fundamenta en la concepción de hombre que se tenga Respondiendo a este concepto de hombre, se debe educar en sentido integral, favoreciendo la reflexión, la creatividad, la sociabilidad y preparando al hombre para que pueda asumir sus responsabilidades como ciudadano.
Lic. Germán Sensi
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